La llegada de la epidemia de Dengue a Catamarca ha convulsionado a toda la sociedad y el gobierno intenta, tardíamente, reaccionar con las medidas básicas para evitar una mayor propagación de la enfermedad a un número cada vez más grande de habitantes.
Una de las últimas medidas fue el plan de deschatarrización, motivando a la población a que retire de sus casas todo tipo de basura y cacharros que pudieran almacenar agua y por consiguiente convertirse en foco de desarrollo de larvas del mosquito aedes aegypti, transmisor del virus.
Las chatarras fueron almacenadas en dos puntos principales: en la zona sur y en La Aguada, zona norte de la capital provincial.
Por varios días las montañas de basura permanecieron a cielo abierto a merced de pobladores de bajos recursos que aprovecharon la oportunidad para cirujear y obtener objetos que pudieran vender y conseguir dinero para subsistir. Sin medir las consecuencias de trabajar en un medio hostil proclive al contagio de enfermedades como el Dengue o el Tétanos.
Con la denuncia pública de tal situación en un medio gráfico, el gobierno reforzó su apuesta y envió la maquinaria de Vialidad Provincial para compactar, quemar y enterrar la basura.
Uno de los remedios más efectivos y antiguos, el fuego, es hoy la principal herramienta para diezmar la basura en La Aguada. Gruesas columnas de humo negro, se elevan al norte de la ciudad.
La chatarra metálica que sobreviva al fuego será recolectada y enviada a una máquina compactadora, según versiones debería haber comenzado sus tareas en el día de ayer, lunes 13.
Cerca de un kilómetro de recorrido, al borde del camino, ya fue limpiado por el personal de vialidad. Mientras camiones oficiales, contratados y particulares llegan a cada momento con nuevas cargas de chatarra. La tarea parece no tener fin.
La epidemia del Dengue ha cambiado por completo la fisonomía catamarqueña.
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