viernes, 19 de julio de 2024

El vuelo del Poncho


    


La ciudad capital de Catamarca está feliz, disfruta una fiesta que ya pasó el medio siglo de existencia. Para ser exactos va por la edición 53ª, me refiero a la Fiesta Nacional del Poncho. Ya consolidada en el escenario turístico del invierno argentino.

Como catamarqueño adoptivo, mis primeros recuerdos del Poncho vienen de la Manzana de Turismo, hoy desaparecida, ubicada entre las avenidas Virgen del Valle y Colón y las calles Ministro Dulce y Gral Roca, cuando por las noches, a la salida del trabajo con mis compañeros de diario La Unión, llegábamos pasada la medianoche a los ranchos. Algunos de ellos armados con cañas y nylon, precarios, no así su menú comestible y bebible.

Al inicio de la década del ´90, el salvaje frío no distinguía de credos ni razas, amoldados a las mesas corría vino tinto, empanadas picantes, locros, cazuelas y otros tantos manjares autóctonos. De rancho en rancho, músicos, cantores y público coreando las clásicas zambas y chacareras, mantenían viva la noche. Los más valientes aguantaban hasta el amanecer.
Las presentaciones estelares se daban en el escenario del Unku Rancho, demolido en 2018, donde todo folclorista soñaba estar.

De día la fiesta tenía otros colores, el de los tapices, alfombras y ponchos expuestos por las tejedoras e hilanderas. Los artesanos con sus productos de cuero, madera, metal, cestería, los puestos gastronómicos con dulces, confituras, licores, vinos y comidas terminaban de dar el marco de feria. Un espacio tradicional que resumía el potencial de los dieciséis departamentos de Catamarca.

La fiesta fue creciendo con el paso de los años, el espacio se hizo escaso y las mudanzas comenzaron, primero al Polideportivo Capital para las ediciones de los años 1998 y 1999. Allí aparecieron gigantescas carpas blancas que daban albergue a los expositores y sus stands, sofocantes cuando el sol picaba fuerte. Pisos de madera y tablones que parecían estar vivos por la forma de moverse. El estadio totalmente techado albergaba las noches musicales.

Con la llegada del nuevo milenio el ex Regimiento de Infantería 17 (hoy CAPE) fue la casa del Poncho por seis años. El antiguo y solemne patio de armas se convirtió en una alfombra colorida por el gentío que circulaba en todas direcciones y contrastaba con la rigidez y monotonía verdosa del viejo cuartel del ejército. El mismo patio que en 2002, cuando actuaba el grupo Los de Catamarca y el “Negro” Herrera grita ¡Viva Catamarca! antes de caer sin vida sobre el escenario.

En 2007 el gobernador Brizuela del Moral inaugura la sede definitiva de la Fiesta Nacional del Poncho en el Predio Ferial Catamarca, dando apertura a la 37ª edición. Una obra colosal desde lo arquitectónico y funcional para todo tipo de eventos de envergadura. Se amplía el sector dedicado a los juegos infantiles, se incorporan corrales para muestra de animales. Los clásicos Ranchos tienen mayores comodidades y servicios.

Como dice la eterna Mirtha Legrand, visitante ilustre de la primera edición, el público se renueva. Como se renuevan las generaciones, los gustos, la música, los criterios de selección de los artistas que suben al escenario mayor cada noche del festival.

Hoy la fiesta de los catamarqueños es un show de alto nivel, amplio en criterios estéticos y musicales, con una variedad de público y ofertas culturales extensas. Un marketing publicitario digno de las grandes ciudades, afamados personajes son convocados para las promociones turísticas de Catamarca, invitando a vivir la gran fiesta de invierno del norte argentino.


Al recorrer cada metro cuadrado, cada stand en los pabellones ricamente diseñados, con artesanos y emprendedores de muchos lugares de Argentina, nos sentimos enmarcados en un mundo muy distante de aquel que naciera en 1967 de la mano del director de Turismo Federico Raúl Argerich. La fiesta catamarqueña ya es nacional y quien escribe esto siente un poco de nostalgia. La tradición no se detiene, cambia o evoluciona en una nueva cara de tradición. La nueva imagen será recordada con añoranza por los futuros adultos, esos que hoy son niños y jóvenes con celulares apuntando a los códigos QR para saber de su artista favorito y la hora de actuación. Artistas que no reflejan la herencia folclórica esperada. Las variaciones se hacen presente asimilando el mundo actual de cambios veloces, de fuentes de inspiración diversas producto de las hiperconexión global y digital.

La fiesta del Poncho extendió sus flecos a un abanico amplio de géneros musicales, de artistas locales y nacionales muy variopintos. Nuevas caras, nuevos sonidos, nuevas propuestas. La palabra nueva es relativa a quien observa desde lo “viejo conocido”, cuyos referentes podrían ser desconocidos o bichos raros para sus padres. Las generaciones jóvenes ven con mucho agrado que sus héroes culturales salten de las redes sociales y se corporicen sobre el escenario Jorge “Negro” Herrera con shows que en nada envidian a las grandes urbes.

La identidad del poncho, esa prenda tejida con sacrificio, por manos maestras que heredaron el saber y destreza de otras manos anteriores y a su vez otras mas antiguas no cambia. Cambia la imagen de la fiesta, va mutando, evoluciona para convertirse en un centro de atracción que genera mayores ingresos motivando la economía local y provincial. Encadenada al turismo nacional cambia sus reglas para pertenecer a un sistema cosmopolita.

martes, 9 de julio de 2024

De humano a objeto



Acelerados por hacer cosas, acelerados para escapar a tiempo del trabajo. Hacer todo más rápido es la consigna última en esta nueva tendencia.

Desde la pantalla del celular cientos de avisos publicitarios nos invitan a ahorrar tiempo. Como si el tiempo pudiera guardarse en una cajita dorada y volver a usarlo cuando más nos guste.
La intromisión de las IA en todas nuestras actividades diarias y la de quienes las promocionan vendiendo aplicaciones como cantos de sirenas para Ulises en La Odisea, plantean un interrogante: qué hacer con ese tiempo libre que generaría consumir IA para todo, desde ayudarnos con las planillas de Excel acortando tediosas horas de cálculo. Pedirle genere el resumen de un denso informe técnico, luego envíe un mail personalizado a los proveedores y que actualice el stock de productos en el depósito. Todas esas tareas por las que nos pagan un sueldo, pero ya no queremos hacerlas de propia mano.

Fuera del trabajo el asistente digital se encarga de la agenda personal, recordando la visita al médico, cuando tomar los medicamentos. Envía saludos de cumpleaños a los amigos, sugiriendo el regalo ideal. Genera los dibujos escolares para los hijos. Hace el listado de las compras del supermercado y ejecuta el pedido vía internet.
Con el desarrollo del internet de las cosas (IoT) llegan más comodidades y servicios. Los electrodomésticos como heladeras, cocinas, lavarropas, luces, sistemas de calefacción, sistemas de entretenimiento son posibles de programarlos y están interconectados a través de la señal de wifi. La cafetera se activará justo antes del desayuno. Desde el celular se puede saber si el pollo al horno ya comenzó a cocinarse antes de llegar a casa. La heladera puede avisar o calcular cual de los alimentos necesita reponerse. Podrá activar la calefacción, en modo remoto si fuera necesario o dejarlo a decisión del sistema inteligente integrado.

Cada vez habrá más tiempo libre.
Leer un libro podría ser una opción. Ingresar a internet comprar un libro digital, pedirle a la IA que lo lea o haga un resumen, y aprovechar ese tiempo extra para pintar. Se siente inspirado y le dicta a la IA una escena de bosques, con fuertes contrastes en los verdes, con sombras por el lado derecho de la imagen, un poco de nubes en el cielo, que agregue un mono al pie del árbol de la izquierda y la obra ya está completa. La puede ver en la pantalla que cubre todo el ancho de la habitación.

En el patio el sistema de riego mantiene la humedad controlada del jardín. No es necesario regar las plantas manualmente.

Queda bastante tiempo hasta la cena, los hijos son ayudados en las tareas escolares por el asistente virtual, mirar una película como aperitivo es un buen plan. Mediante comando de voz el sistema selecciona y sugiere un listado de films. La IA sabe de los gustos del usuario, recuerda directores preferidos, géneros y temáticas. Arma una carta de novedades para ahorrarle tiempo de búsqueda.

Para la cena, con toda la familia reunida, el menú ha sido planteado por la IA en función del gasto calórico de cada uno, sumando actividad física, distancias recorridas, tiempo de reposo, carga laboral, dieta estimada según el peso de cada uno. Toda información suministrada por los relojes de pulsera inteligentes.

La lavadora de platos hará su tarea, sin intervención humana, optimizando agua y detergentes biodegradables.

Con la cabeza en la almohada, uno se pregunta si esto es un mundo soñado. Un sueño ya realidad.

Una realidad que está ocultando la pérdida de humanidad, de pensar por voluntad propia, de las emociones buenas y malas, frustraciones y algarabía, experiencias inmateriales.

El individuo ha sido convertido en un objeto programado para el consumo, absorbido por las máquinas. Controlada su voluntad, está inducido a creer que vive en un mundo ideal, como advirtiera Aldous Huxley en su novela Un mundo Feliz (1932), donde la sociedad es organizada desde el nacimiento, por un Estado Mundial y cada individuo está diseñado para una tarea en particular y pertenece a una determinada casta. En ese mundo la estabilidad, la felicidad y la ausencia de conflictos son más valiosas que la libertad y la individualidad.

Espero despertar de este sueño y la IA sea mi amiga.

lunes, 1 de julio de 2024

Adicción a las redes sociales



Por el gran ventanal del restaurante, hacia el interior, una pareja de mayores conversa tranquilamente por sobre sus platos de comida, pero no lo hacen cara a cara, sino con sus teléfonos en la mano y mirando hacia ellos. Ríen y gesticulan sin elevar la vista, hipnotizados tal vez por las pantallas de sus respectivos aparatos. La tercera edad también fue atrapada por las conexiones digitales.

La comunicación tradicional y milenaria de interactuar mirándose a la cara, observando los gestos, que también hablan, percibiendo los cambios de voz y respiración según la conversación va girando a distintos tópicos se ha perdido.

Al establecer un vínculo a través del celular o navegar por las diversas aplicaciones de redes sociales la pantalla toma el control del cerebro. La atención se centra en esos pocos centímetros cuadrados en la palma de la mano.

No importa edad ni lugar, si es la casa, el trabajo, la escuela, en el auto, u ómnibus. Se produce una barrera que recorta el entorno, aísla. La pantalla del teléfono estira sus brazos arranca la mente del individuo y la traslada en tiempo y espacio. Doblegando su voluntad.

Esa pantalla de vivos y atractivos colores es el portal al universo alterno, donde toda la magia sucede.

Las redes sociales creadas para establecer vínculos, acercar a los que están lejos, y compartir experiencias son positivas. Hasta que surge la necesidad de estar conectado mayor tiempo por temor a perderse algo importante, chequear los comentarios o revisar los likes.

Aumentar el tiempo de conexión tiene un culpable: la dopamina un neurotrasmisor llamado “la molécula de la felicidad” encargado de proporciona placer y regocijo. Una de sus muchas tareas.

El cerebro recibe un estímulo al usar el celular, en recompensa genera dopamina que conlleva al deleite y gozo. Para mantener ese placer hay que subir los niveles de la hormona, pasando más tiempo frente a la pantalla. Empieza la adición. La que puede manifestarse en síntomas como ansiedad, estrés, irritabilidad y falta de concentración cuando no está en contacto con las redes sociales, así como una disminución de la calidad del sueño, falta de productividad y problemas interpersonales.

El mundo se va vuelto un pañuelo, es posible estar en cualquier lugar de la tierra en forma virtual, la era de las comunicaciones ha creado, paradójicamente, una sociedad de individuos aislados, que se sienten más cómodos detrás de una pantalla. Eso podría llevarlos a la falta de confianza en situaciones sociales cara a cara.

Las redes sociales pueden promover la comparación constante y la competencia entre los usuarios, especialmente en los jóvenes, lo que resulta en una disminución de la autoestima y la confianza en sí mismos. Generando un impacto negativo en las relaciones interpersonales, y a su vez afectar la salud mental y emocional.

Las redes han generado un cambio importante, por su adicción pasamos de actores a espectadores, las protestas sociales y presenciales dieron paso a las protestas virtuales.

A través de los medios digitales es muy fácil plantear otro punto de vista, sin embargo, pocas veces pasamos a acciones físicas y reales para motivar los cambios. Publicamos mucho, pero hacemos poco.

Escribo esta crítica a las redes sociales, dentro de las mismas redes, parece una incongruencia y lo es. Pero es necesario reconocernos, saber de nuestras faltas para avanzar.

Sentados cómodamente apoyamos o rechazamos acciones de terceros desde la pantalla, no los acompañamos en la calle, en el escenario, o en campañas solidarias. Nos basta con darles un like y desearles buena suerte. Vamos perdiendo presencia, pasamos a ser espectadores de nuestra propia vida.

La pantalla toma cuerpo y se adhiere a nuestra cara, se convierte en una máscara. Detrás de ella uno se siente diferente.