En el tiempo que duró el encuentro, nos despojamos de nuestras vidas actuales para volver a 1989 y recrear mediante relatos esa burbuja de sueños y proyectos. Los ejemplares de Cambio circulaban de mano en mano cual postales de un lugar paradisíaco de veraneo.
El intercambio de anécdotas, comentarios y debates del modo de trabajo revivían una oficina, una redacción. El equipo habían atravesado, de un segundo al otro, la barrera del espacio-tiempo. Estábamos otra vez en la casona de calle Chacabuco entre escritorios, computadoras y un patio de naranjas y limas.
Escenas pintadas con palabras vívidas y difusas fueron armando el escenario de la breve obra en la que tuvimos protagonismo.
Como todo viaje, incluso al pasado, tiene su fin.
En la madrugada fría de un domingo, cada uno volvió a la realidad trayendo en su interior un pedacito de historia personal robada al pasado. Con una muesca de felicidad en los labios todos emprendieron el regreso a su destino.
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