domingo, 20 de septiembre de 2009

Pequeños adultos

vendedores ambulantes
La ciudad cierra su actividad comercial. Fin de semana para el descanso. Los comercios estiran su labor hasta el sábado a la noche, beneficiando a quienes no pueden salir de compras durante la semana. El ritmo del consumo marca la tendencia.
Nadie quiere estar ajeno a la posibilidad de vender algo costoso o barato, de buena calidad o berreta. Lo importante es vender. Lo importante es comprar.
El afan comercial no tiene límites. La explotación humana tampoco, se invoca a diario la necesidad de llevar el pan a la mesa como justificación.
En una sociedad injusta, de valores económicos mal balanceados, patear una pelota equivale a varios millones de dólares al mes, sentarse para aprobar una ley o negarse reditúa fondos económicos no declarados, educar un alumno conlleva a levantar pancartas por las calles exigiendo un salario acorde a su pretensiones de bienestar.
¿Porqué un niño debe esperar a ser adulto para recibir los beneficios de una sociedad económica que premia el instinto de voracidad antes que el de igualdad?. Apoyados en esta lógica, tal vez, los chicos, ubicados en la peatonal Rivadavia, decidieron comenzar su microemprendimiento.
Alguien les habilitó un pequeño crédito para comprar la mercadería. ¡¡Ahora a vender!!
Con afinadas técnicas de marketing la niña con voz solloza pedía ayuda, tan creíble que algunos paraban al escucharla. Con su cajita de mercancía entre las piernas, estiraba la mano esperando un comprador. Su compañero de ventas la acompañaba con otros productos.
En una peatonal llena de competidores, distinguir entre el que ofrece DVDs y películas, churros, praliné o dulces caseros, supone un esfuerzo vocal importante.
La escuela de la calle es muy severa, se aprende sí o sí. De pronto los pequeños vendedores comprendieron la ilegalidad de sus actos, alguien estaba observándolos a la distancia para tomarles una foto. Levantaron su mercadería y comenzaron a caminar, con la soltura y liviandad que da la experiencia de saber la diferencia entre lo bueno y lo malo.
Caminaron unos metros, esperaron, volvieron la mirada atrás, siguieron caminando.
Sábado a la noche, los comercios ya deben cerrar sus puertas. Se inicia la noche, la de los adultos.

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