miércoles, 17 de junio de 2009

La cena del reencuentro

En el post anterior comenté la historia del Semanario Cambio. En el transcurso de los reportajes nació la idea de reunir a los integrantes del staff en una cena. Decenas de llamadas telefónicas, cruces de información buscando diferentes paraderos, búsquedas en internet y finalmente la reunión de camaradería se llevó a cabo, a la que lamentablemente no pudieron asistir todos. Después de dos décadas en algunos casos y un poco menos en otros, sobrepuestos al impacto visual de los años, afloraron las emociones y las risas. Y allí nomás una catarata de recuerdos inundó la mesa de la magnífica cena. El presbítero Elio Fernández facilitó su colección personal del Semanario Cambio, permitiéndonos a todos navegar en nuestra memoria al entrar encontacto con las amarillentas hojas de papel.
En el tiempo que duró el encuentro, nos despojamos de nuestras vidas actuales para volver a 1989 y recrear mediante relatos esa burbuja de sueños y proyectos. Los ejemplares de Cambio circulaban de mano en mano cual postales de un lugar paradisíaco de veraneo.
El intercambio de anécdotas, comentarios y debates del modo de trabajo revivían una oficina, una redacción. El equipo habían atravesado, de un segundo al otro, la barrera del espacio-tiempo. Estábamos otra vez en la casona de calle Chacabuco entre escritorios, computadoras y un patio de naranjas y limas.
Escenas pintadas con palabras vívidas y difusas fueron armando el escenario de la breve obra en la que tuvimos protagonismo.
Como todo viaje, incluso al pasado, tiene su fin.
En la madrugada fría de un domingo, cada uno volvió a la realidad trayendo en su interior un pedacito de historia personal robada al pasado. Con una muesca de felicidad en los labios todos emprendieron el regreso a su destino.




































Un sincero agradecimiento al arq. Fernando Rivera por posibilitar la cena del reencuentro.

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